La cumbre climática reunió a 50.000 participantes en la ciudad de Belém, en el corazón del Amazonas, una de las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza en el Mundo. El presidente brasileño, Lula da Silva, busca que el entorno natural impulse compromisos reales frente a la crisis global.
El aire húmedo y espeso del Amazonas reemplaza desde el lunes 10 de noviembre al olor a petróleo que dominó la conferencia climática de la ONU del año pasado en Bakú, capital del productor de hidrocarburos Azerbaiyán. Con 50.000 participantes reunidos en la ciudad brasileña de Belém, la COP30 inicia sus trabajos con la misión de evitar el colapso de la cooperación global frente al cambio climático.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva insistió en celebrar la cumbre en plena selva amazónica, pese a la escasez de infraestructura hotelera y a los desafíos logísticos que enfrenta la organización. “Sería más fácil realizar la COP en un país rico”, declaró en agosto. “Queremos que las personas vean la situación real de los bosques, de nuestros ríos, de nuestra gente que vive allí”, afirmó.
El mandatario busca que los negociadores, observadores, empresarios y periodistas sientan de cerca el impacto del cambio climático en una región donde los habitantes caminan con paraguas para protegerse del sol abrasador de la mañana y de los aguaceros que llegan por la tarde.
El Amazonas- una de las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza en el Mundo- es considerado un pulmón clave del planeta por su capacidad para absorber gases de efecto invernadero, enfrenta múltiples amenazas: deforestación, minería ilegal, contaminación, narcotráfico y violaciones de derechos contra las comunidades locales e indígenas.
(AFP)
