Cada 29 de noviembre se conmemora una jornada que busca visibilizar el peligro de extinción que enfrenta el Jaguar en América, también llamado «Yaguareté» en Argentina.

Varios países desarrollan y adoptan diversas estrategias para conservar y garantizar la permanencia de esta especie emblemática en los ecosistemas.

La distribución histórica del jaguar cubría un vasto territorio desde México y el suroeste de Estados Unidos hasta Argentina. Sin embargo, informes indican que el felino perdió más de la mitad de su rango original desde fines del siglo XIX. Actualmente, el jaguar persiste en menor número, principalmente en la cuenca del Amazonas- una de las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza, el Pantanal y fragmentos de selva en otras áreas de Sudamérica, como ser la Selva misionera de la que es parte el Parque Nacional Iguazú que alberga a las imponentes Cataratas del Iguazú, otra de las Nuevas 7 Maravillas de la Naturaleza en el mundo. Y recientemente también se produjeron avistamientos de Jaguares en México, en la zona arqueológica de Chichén Itzá- una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo.

El yaguareté o jaguar (panthera onca) es el felino más grande del continente americano y el tercero a nivel mundial, después del tigre y el león. Es considerado una especie indicadora de la salud del ambiente, debido a su papel clave en el mantenimiento de los sistemas naturales que proveen servicios ecosistémicos esenciales para la naturaleza y las personas. Por ello, se lo denomina especie “paraguas”: su conservación y la de su hábitat protege indirectamente a otras especies de flora y fauna. Además, como el principal depredador del monte, el yaguareté regula poblaciones de otros vertebrados, especialmente de los grandes herbívoros, contribuyendo al equilibrio ecológico. En América, desde el norte de México hasta Argentina, la población de yaguaretés disminuyó entre un 20% y 25% en las últimas tres generaciones, y su distribución histórica se redujo más del 50%, ubicando a la especie como “Casi amenazada” a nivel continental (UICN).

Se cree que cerca del 90% de la población mundial de jaguares se encuentra en el Amazonas, siendo una de las subpoblaciones más grandes y, por el momento, la única no considerada en riesgo por su tamaño.

En Argentina

En la actualidad se estima que en Argentina quedan alrededor de 250 yaguaretés, distribuidos en las yungas (Salta y Jujuy), la Selva Misionera y la región del Gran Chaco (Chaco, Formosa y Santiago del Estero). En la Selva Misionera, porción argentina del Bosque Atlántico, se calcula que existe una población de menos de 90 yaguaretés.

En el Gran Chaco, se estima que quedan menos de 20 individuos distribuidos entre las provincias de Chaco, Formosa, Salta y Santiago del Estero. La densidad poblacional es muy baja, y muchas poblaciones están fragmentadas, lo que incrementa el riesgo de extinción local. Las principales amenazas que afectan al yaguareté son la deforestación, la pérdida de hábitat, la cacería (del yaguareté y sus presas) y el atropellamiento en rutas. El yaguareté es uno de los símbolos más poderosos de la biodiversidad nacional argentina, por lo que fue declarado Monumento Natural Nacional, según la Ley 25.463/01.

En México

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) difundió recientemente un video captado en el municipio de Tinum- Yucatán, por una cámara trampa que muestra a dos jaguares deambulando cerca de la zona arqueológica de Chichén Itzá- una de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo.

La figura del jaguar tiene una presencia destacada en el arte y la arquitectura de Chichén Itzá, al ser considerado un símbolo de poder y vida en el inframundo según la cosmovisión maya. Su aparición en esta zona subraya la estrecha conexión del animal con las tradiciones y creencias de Mesoamérica.

De las 36 especies de felinos que existen en el mundo, 18 habitan en las selvas de América y seis de ellas en México, supuestamente en cinco regiones del país. En 1900, se estimaba una población de 100 mil ejemplares de jaguar, cifra que ha disminuido drásticamente con el paso del tiempo. Pero a pesar de estas amenazas, registros como el de Chichén Itzá contribuyen a los esfuerzos de conservación de esta especie y su entorno.

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